Escribo este post desde mi procesador de textos en modo offline porque mi conexión a Internet ha estado inestable durante todo el día, como para recordarme que hoy 17/05/2020 se celebra el Día Mundial de las Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información, más conocido como el Día de Internet.
Seguro que en estos momentos muchos estarán en videollamadas o reuniones por Zoom, Skype o Meet; viendo películas por Netflix, Amazon Prime o Cuevana; escuchando música en Spotify o Apple Music; leyendo en Kindle o Play Libros, o entretenidos en videojuegos en línea. ¡Si no estuviera escribiendo, también haría lo mismo! ¿Has pensado en todo lo que hacemos desde que despertamos hasta que vamos a dormir y que requiere el uso de Internet?
Es probable que, en situaciones normales, usemos Maps de Google o Waze para llegar más rápido a nuestro destino y evitar el terrible tráfico citadino o tal vez pidamos un taxi por aplicación. Nos hemos acostumbrado tanto a la geolocalización que es común que los resultados de búsqueda estén en función a la cercanía de ubicación, o que la comida, comercio y servicios vengan hacia nosotros, especialmente en tiempos de cuarentena.
Seguramente en estos momentos estamos acompañando el teletrabajo con nuestra playlist de música favorita, que también está en la nube. Y tal vez nos animemos a escuchar algunas pistas nuevas sugeridas por la aplicación, que con Inteligencia Artificial usa la información que le brindamos sobre nuestros gustos musicales para proponer nuevas experiencias.
Con el café en mano y vestidos formalmente de la cintura hacia arriba, tendremos una reunión con un cliente vía Zoom (que ahora vale más que todas siete aerolíneas más importantes del mundo juntas), Meet, Teams o cualquier otra aplicación similar. Compartiremos documentos que están en la nube y trabajaremos de forma colaborativa en ellos, evitando el intercambio excesivo de archivos y correos electrónicos.
A la hora de almuerzo, haremos una videollamada con mamá, algún familiar o amigo para que nos ayude con la receta que deseamos y, si bien no pueden probar las delicias preparadas, le darán el visto bueno gracias a la estupenda calidad de vídeo de nuestra cámara HD del smartphone, que hace tiempo reemplazó a las populares cámaras de bolsillo.
Los que estudian accederán a sus clases vía plataformas de e-learning como Moodle, Blackboard o Google Classroom. Y aunque esto ha tomado de sorpresa a varias instituciones educativas que no estaban preparadas, es solo cuestión de tiempo para que la teleeducación se vuelva una forma más para impartir y recibir clases de manera regular. Parece que la COVID-19 aceleró la popular transformación digital más que cualquier otro factor.
Y no solo a la educación, el comercio y retail también se digitalizó, a veces a empujones, y otras de forma muy rápida y proactiva. Por eso hoy vemos cafeterías que funcionan como markets, o tiendas de calzado que incorporaron secciones de market a sus e-commerce existentes. Además del cuidado y responsabilidad, la reinvención y resiliencia empresarial son unas de las tantas exigencias que esta pandemia está demandando del mercado y es que el sacudón nos ha remecido a todos sin distinción.
Llegada la noche y si tenemos suerte y tiempo, luego de trabajar por más gracias al home office que no distingue de horarios, veremos alguna película en un sistema de contenidos por demanda, que nos otorga la flexibilidad necesaria para consumir lo que queremos en el momento que lo deseamos, porque nuestra sociedad conectada ya no tiene tiempo para sintonizar el mismo programa, a la misma hora y por el mismo canal.
Tal vez todo esto se ha vuelto muy cotidiano para las personas con acceso a Internet: conectarse, transmitir y procesar datos a altas velocidades, poca paciencia para esperar una respuesta de parte de la aplicación y una hiperatención marcada por la multiplicidad de pantallas que tenemos alrededor. Seguro por eso no nos percatamos de lo mucho que dependemos de esta tecnología y cómo nos facilita la vida. Pero la historia no es así para todos.
Aún existe una gran brecha digital en nuestro país, especialmente en las zonas, rurales, donde el acceso a Internet es en promedio 10%, frente al 67% nacional. Incluso, entre el 75% y 90% de hogares de ocho departamentos del Perú no cuenta con acceso a Internet, de acuerdo a información de Osiptel.
En estos momentos, donde la coyuntura generada por la crisis sanitaria ha vuelto a algunos más digitales que nunca para el trabajo, la educación, las compras y las relaciones humanas, es una responsabilidad compartida entre el Estado y las empresas de telecomunicaciones buscar caminos para cerrar, sin corrupción, esta brecha digital que separa y disminuye las oportunidades que todos los ciudadanos merecen por igual.
Asimismo, recordemos que no basta con el acceso a Internet, que no solo es cuestión de tecnología, sino de políticas públicas, de procesos y, sobre todo, de personas que requieren desarrollar una verdadera ciudadanía digital, donde comprendan y usen con responsabilidad y efectividad las tecnologías de la información en todos los aspectos posibles de una vida que, en democracia, integre lo online con lo offline.
Que este Día de Internet 2020 sirva para reflexionar sobre todo lo que nos falta para ser una sociedad realmente conectada y digital, pero también más solidaria y empática.